Ecuador existe una comunidad indígena llamada Shuar, nuestros abuelos nos cuentan leyendas muy antiguas que nos pasamos de generación en generación.
Los abuelos dicen que el pequeño Etsa vivía en nuestra comundad, su nombre, quería decir Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados.
El abuelo Arútam -que en shuar quiere decir Poderoso Espíritu Tigre de la mañana- mientras caminaba por la selva, entre gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, relataba a los niños de qué manera el luminoso Etsa le devolvió la vida a los pájaros.
Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-.
Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos
en su enorme shigra para después comérselos. Fue así como, en cierta
ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa.
Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho
tiempo, le hizo creer que su padre era él.
Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer,
salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía pájaros a manera
de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves
de todas las especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su
cacería, descubrió con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no
había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma
Yápankam, posada sobre las ramas de una Malitagua.
Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.
-¿Me vas a matar a mí también? -preguntó la paloma Yápankam.
-No- dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible.
Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó
caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam voló hasta
donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de
ese bullicioso silencio en el que aún flotaban los gritos de los monos y
las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.
La paloma Yápankam aprovechó para contarle al
muchacho la manera en que Iwia había matado a sus verdaderos padres. Al
principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que
escuchaba las aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del
engaño que había tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo
hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada
ni nadie podía consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza,
golpeando con sus puños el tronco espinoso de la enorme malitagua.
Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo:
-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela a los pájaros.
-¿Cómo? -quiso saber Etsa.
La paloma explicó: «Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla.»
El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga
cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros de todos los
colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la
selva. Desde entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado
Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales.
Interesante publicación chicas... Pero no olviden JUSTIFICAR los textos de su publicación.
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Buenas tardes, me parece interesante la información que presentas, pero quisiera saber si tienes la leyenda en la lengua original. Te agradecería mucho si me puedes brindar esa información.
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